La electrificación de la economía a nivel mundial y el aumento de la demanda energética suponen un reto a la hora de diseñar un sistema energético estable y seguro, que contribuya a la lucha contra el cambio climático y que a la vez permita cubrir todas las necesidades energéticas en cualquier punto del mundo.
Se hacen necesarias fuentes de energía que produzcan electricidad de forma constante y que eviten emisiones contaminantes a la atmósfera, pero sin olvidar un aspecto fundamental: la seguridad y el mantenimiento de las instalaciones.
En este sentido, por ejemplo, la energía nuclear viene aportando una quinta parte de la electricidad que consumimos de manera constante, sin intermitencias y libre de CO2.
